Los limbos de Haruki Murakami


          A Haruki Murakami le debo gran parte de la conceptualización de la instalación. El escritor Japonés es experto en crear atmósferas que, a mi parecer, son al mismo tiempo frescas y densas. La mayoría de sus personajes masculinos tienen una actitud un tanto pasiva (que también pasota) y reservada, que se activa de alguna manera al conocer a alguna mujer en durante la historia (más ligadas al misterio e incluso la muerte). Parte de circunstancias muy mundanas, describiendo muy bien los lugares y las costumbres asociadas a ellos, llegando a provocar que el lector sienta el tedio de la rutina. Poco a poco el escenario va cambiando, se abren diferentes caminos que se van entretejiendo hasta un punto en el que no sabes que es posible y que es surreal. Es cómo si se fueran descubriendo diferentes capas de la realidad  y llega un momento en el que se abre una grieta y parece que estuvieras en ninguna parte. Un espacio entre espacios. Definitivamente eso es lo que más me interesa de las novelas del autor.

          Por ejemplo “Baila, baila, baila” trata un periodista descontento pero  conformista con su trabajo que tuvo un affair con una prostituta en el Hotel Delfín. Al tiempo ella desaparece, más cosas empiezan a suceder y el  decide volver al hotel (que esta ahora completamente renovado desde los cimientos) para darse un tiempo. No voy a alargarme mucho con esto, pero en cierto capítulo había una “grieta” en la realidad que me resultaba muy familiar. El protagonista subía en el ascensor a X piso, en el que ya había estado antes y no había encontrado nada anormal, pero resulta que cuando usaba el ascensor y al abrirse las puertas todas las luces estaban apagadas, se llegaba a otro lugar. Uno que físicamente era el mismo pero estaba en otro estrato de la realidad. Al otro lado del pasillo, había una puerta entreabierta por la que salía la luz de una vela y creo recordar que olor a cuadra. Dentro, sentado entre periódicos antiguos con noticias sobre la industria ovina  en Japón estaba el  Hombre Carnero, un personaje que no se describe demasiado pero que es una suerte de consejero o profeta.


         En concreto, el libro que he escogido se llama Sueño, es un relato corto que se ha traducido recientemente (2013, Lourdes Porta) y se ha publicado con ilustraciones de la artista alemana Kat Menschik.

         

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